Esa
mañana caminaba por un viejo puente que se encontraba al final del camino de
ese viejo bosque, llevaba aproximadamente tres horas de camino y aún no podía
responder la pregunta que lo inicio todo, ¿Qué me hace ser quién soy?, la
verdad es que ni siquiera sabía ¿Quién era yo?, sin embargo tenía la esperanza
de que fuera realmente “algo” lo que me hiciera a mí mismo, decidí dejar todo
en casa, mi teléfono celular, mis audífonos, la cámara, cosas con las que no
salgo de casa y mucho menos si se trata de una caminata, pero necesitaba una
respuesta y no podría encontrarla si tenía la tecnología estorbando en el
camino.
Me
gustaba recorrer ese camino porque las personas no suelen ir a ese lugar, la
verdad es que el final del camino es mi parte favorita, porque al cruzar el
puente te encuentras completamente solo, de hecho, sólo aquel que ha visitado
ese lugar puede imaginarlo, es algo difícil de describir, al terminar el
puente, llegas a un pequeño espacio con muchos árboles alrededor, los mismos
que están tan unidos que no te permiten continuar, hay unas cuantas piedras
alrededor en las cuales puedes sentarte a descansar, al ver a tu alrededor, la única
salida es por el mismo lugar por el que ingresaste, que al voltear a verlo, te das cuenta que la neblina que
siempre se encuentra en ese lugar no te permite ver el final del puente, pocos
son los aventureros que se disponen de vivir esa experiencia, supongo por el
miedo que da atravesar un puente del que no sabes si tiene salida o que quizás
es tan viejo que podría caer en cualquier momento, cuando llego me gusta
acostarme en el mero centro y voltear a ver el cielo, en un día normal de
verano puedes observar las nubes al final de los árboles, y en invierno,
simplemente no puedes ver ni el final de ellos.
Muchas
veces inicio mi camino con un cuestionamiento diferente, pero siempre termino
por olvidarlo al llegar ahí, ya que es tan relajante y silencioso que te
olvidas de los problemas y de todas las cosas que te hacen preocuparte, quizás
es lo que más me gusta de ese lugar, ya que me permite tener un momento conmigo
mismo y es ahí cuando entiendo que no debo comprender quien soy, sino disfrutar
de serlo y ser feliz.